miércoles, 29 de enero de 2020

EL PODER DE LOS PRECIOS Y LA DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA

"Metete con mi vieja, pero no me toques los precios", así lo dijo Javier Milei hace un buen tiempo, un ferviente libertario argentino y partidario de la escuela austriaca de economía para referirse al poder de los precios, frase que difícilmente pronunciaría el profesor Milton Friedman, líder del monetarismo y Premio Nobel de Economía (1976), pero que seguro convergirían en el mensaje de tal "despropósito". Tamaña majadería nace a raíz de la irritación que a cualquier economista medianamente formado, produciría observar como a esta altura del desarrollo de la ciencia económica se relegue la evidencia empírica a favor de intereses fuera del ámbito económico, y se sostenga vehementemente que un proceso dinámico monetario como es la inflación pueda ser controlada o reducida a través del control de precios, habiendo más de cuarenta siglos de evidencia que sostienen lo contrario, tal como lo argumenta David I. Meiselman en el prólogo al libro "4000 Años de Controles de Precios y Salarios" de los profesores Robert L. Schuettinger y Eamonn F. Butler, dedicado a Milton y Rose Friedman, cuando afirma que "En realidad no existe un solo caso en la historia en el que el control de precios haya detenido la inflación o superado el problema de la escasez de productos", más aún en el siguiente párrafo sostiene "El control de precios no soluciona el problema de la escasez, por el contrario lo empeora. El control de precios desorienta tanto a los productores como a los consumidores. Los precios "bajos" establecidos para los productos limitan la oferta, mientras que los precios "bajos" establecidos para los consumidores estimulan la demanda. En consecuencia, el control de precios aumenta la brecha entre la oferta y la demanda", más adelante escribe "Se coarta la libertad política y económica y los ciudadanos sufren las consecuencias".

Expliquemos el trasfondo de la frase de Milei recurriendo a la narrativa del árbol genealógico del lápiz que brillantemente exponen los profesores Milton y Rose Friedman en el libro "La Libertad de Elegir", historia que nace de un cuento titulado "Yo, el lápiz: mi árbol genealógico, según Leonard E. Read", el protagonista es un lápiz mongol de la compañía Eberhard Faber. La historia empieza con preguntarse cómo se fabrica un lápiz, cuya respuesta no depende de la decisión de una autoridad central, sino que es un proceso de múltiples decisiones de interés personal de las partes involucradas en su fabricación, por ejemplo, el proveedor de la madera podría ser del norte de california, y que además para cortarla y transportarla implicaría utilizar otras herramientas o medios como las sierras, sogas, camiones y muchos más, que a su vez necesitarían para su existencia el concurso de otros recursos naturales o insumos fabricados seguramente muy distintos a los anteriores. Por otro lado, el grafito que es un mineral procesado que esta por dentro del lápiz y que permite visualizar lo que se escribe, probablemente provenga de algún otro país o continente donde debió ser transformado y transportado a la fábrica de lápiz, como también lo es su extremo superior que llamamos goma de borrar, que quizás sea un derivado del caucho y siga todo el mismo proceso u otros más de la madera y el grafito para formar parte del lápiz.

¿Que hizo que todas estas personas, las que participaron en la tala y el procesamiento de la madera, la extracción y provisión del grafito y la producción de la goma de borrar, por solo enumerar algunos de los componentes del lápiz, se interesaran en proveer de insumos al fabricante, quien a su vez lo pondría a disposición de quienes lo valoren y lo compren?, lo que ocasionó que todas estas personas participen voluntariamente fue el interés personal de generarse una renta a través de la oportunidad de satisfacer una necesidad que muchos, incluso ellos mismos que ayudaron en su fabricación, desean experimentar o gozar de la escritura, pero si el trabajo de todas estas personas detrás de la fabricación del lápiz no obedeció a mandato centralizado alguno ¿Que mecanismo o medio motivó que se interesaran en su fabricación?, la respuesta es sola una, fue el mecanismo de los precios, aun cuando parezca algo abstracto en el fondo no lo es, es más simple de lo que se cree, por ejemplo, si el maderero no se hiciera de ingresos mayores producto de sus precios, en relación a sus costos que también son precios no proveería de tal insumo, tampoco lo harán el productor del grafito y el de la goma de borrar, nadie en desmedro de su propio interés concurriría en fabricar, con el favor del consumidor, algo que no le provea de un excedente que compense su esfuerzo, esto mismo acontece al productor del lápiz, el cual no proveería de sus bienes al consumidor siempre que sus ingresos o precios de venta acumulados no fueran mayores a sus costos (la madera, el grafito, la goma de borrar y otros) o precios de compra acumulados.

Esta narrativa del lápiz de los profesores Friedman, como ellos mismos lo explican, nos enseña que los precios tienen tres funciones intrínsecamente relacionadas, la primera es la de información, se entenderá si tratáramos de explicar la razón del porque en un momento dado el precio del lápiz podría subir, quizás podamos especular que se deba a que algún insumo en su cadena de fabricación, como el grafito, no está siendo extraído de las minas y por tanto esta escasez este encareciendo el costo del insumo y en consecuencia el precio final del lápiz, siempre que esta alza del precio se convalide por el principio de imputación de Menger, en concreto, los precios nos proveen de información de lo que está sucediendo en los distintos mercados. Las otras dos funciones son de nuestra mayor atención para explicar porque el introducir distorsiones al mercado terminan por anular el mecanismo del interés personal de entender como aparecen y desaparecen los bienes y servicios del mercado, y porque la renta se genera y distribuye según como lo decide cada uno de los consumidores y no como consecuencia de la decisión central de algún agente en particular como el Estado, sino que es producto de la interacción voluntaria de cientos de miles de personas, en un entorno dinámico, que con sus transacciones en todos los mercados en los que participan y de manera simultánea deciden a donde debe ir su renta en busca de su propio interés personal.

Seguidamente, una segunda función de los precios es la de proveer incentivos a los diferentes propietarios de los factores de producción - trabajo, capital y tierra - quienes participan en la fabricación de bienes que se transan libremente en un mercado competitivo, donde los precios se consideran dados, estos factores de producción son remunerados a través del producto del precio de los bienes que ayudaron a fabricar y su producto marginal (P*PMg). En este sentido, el propietario del factor trabajo -el trabajador- que provee su fuerza de laboral sea física o intelectual se le remunera a través de un salario que representa su costo (W), por tanto en el mercado del factor trabajo el valor del producto marginal del trabajo será igual al salario (P*PMgL=W), que denota una situación en la que se maximiza el valor del trabajo, igualando el ingreso generado por una unidad de producción con su costo. En igual forma, el factor de producción denominado capital también es remunerado a través de la tasa de interés, y por último la tierra que es el otro factor de producción es remunerado a través de la renta que va a su propietario, ambos del mismo modo que el factor trabajo, dependientes en términos reales de sus productos marginales. Así por ejemplo, si el salario que es el costo del trabajo aumenta sea por que la mano de obra es escasa o por que su regulación es excesiva aumentando los costos distintos al laboral, y siempre que el P*PMgL < W, los fabricantes o productores tendrán el incentivo de sustituir un factor de producción como el trabajo que ahora es más caro, por quizás más capital físico, traducido en maquinarías nuevas y más productivas o robots, bajo el postulado de buscar minimizar sus costos con el propósito de proveer a los consumidores productos de mejor calidad y menor precio.

Estos incentivos que tienen los precios están íntimamente ligados a la distribución de la renta que se genera al interior del proceso productivo, como una función indisoluble a las dos anteriores, supongamos que la madera que habitualmente usa el productor del lápiz sube de precio, ante este nuevo contexto el fabricante tendrá el incentivo de sustituir esta clase de madera por otra, si así lo acepta el consumidor, que tenga características parecidas a la convencional, ahora, al cambiar la madera del proveedor original se producirá una transferencia o redistribución de recursos en favor del nuevo proveedor de madera, lo cual implicará que los participantes en la producción de la madera habitual, sean trabajadores, dueños del capital o del suelo recibirán menores ingresos, y los propietarios de los factores de producción favorecidos por la decisión del productor del lápiz verán incrementar sus ingresos o rentas. El mismo razonamiento es válido si ante varios productores de lápices el consumidor modifica sus preferencias en favor de uno y en desmedro de otro, en ese caso los proveedores de factores de producción del lápiz demandado verán mejorar sus rentas en perjuicio de los anteriores, esta es la manera como la sociedad a través de la decisión del consumidor redistribuye la renta de forma más eficiente a favor de quien mejor provea en calidad y precio al consumidor.

Por último, la distribución de la renta no es un proceso estático, muy por el contrario, no debe verse como una torta que se parte o distribuye en proporciones y a discreción de alguien en particular con el fin de favorecer o perjudicar a uno u otro factor de producción, llámese trabajador o propietario del capital o suelo, o tal vez a favor de un nuevo factor que está implícito en el proceso de producción y al que nos hemos venido refiriendo, el fabricante o productor, quien es el que reúne a los otros factores de producción y que además puede ser o no propietario de alguno de ellos, y por tanto también tiene “derecho” a una remuneración en distinta forma pero igual en el fondo que los salarios, intereses y renta de los propietarios de la tierra, porque es quien provee de iniciativa, inventiva y de gestión para la producción del lápiz, y en un acto de justicia debe recibir una compensación, una renta o ganancia por el riesgo que corre al producir un bien que quizás el consumidor no termine por favorecer y le materialice a fin de cuentas una pérdida. En consecuencia, es el consumidor quien tiene ese poder discrecional y lo ejerce cada vez que realiza una compra, distribuyendo de este modo su renta a favor de quien mejor provea su necesidad, por ejemplo, si el consumidor prefiere ir al cine en lugar de comprar un libro, y si la mayoría de las personas valoraran de la misma forma, quienes están detrás de la producción de libros (factores de producción) recibirán menos renta a diferencia de quienes ayudan a producir las películas que son del agrado del consumidor, siendo este el único soberano de sus decisiones, además, seamos conscientes que en una economía donde impera la libertad no hay ninguna autoridad central que pueda decidir de manera eficiente a donde debe ir la renta y cuáles deben ser esos precios que concreticen sus deseos, y menos será el Estado que cuando se atribuye tal facultad termina por distorsionar la información y los incentivos que proveen los precios, en perjuicio de la libertad individual y de mercado tal como nos lo hace saber David I. Meiselman, creyendo que un conjunto de burócratas pueden alinear los objetivos de miles de personas que transan y cambian de preferencias en todo momento. Recuerde, el consumidor y nadie más que el, es quien con sus decisiones de compra está decidiendo todos los días como se distribuye la renta, eso es lo hermoso de la libertad de elegir.

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