domingo, 2 de junio de 2013

LA TRAMPA DE LA LIQUIDEZ

Cierta vez ocurrió una reunión de herramientas de trabajo para disipar sus diferencias. El martillo, quién la presidía, fue vetado para seguir conduciéndola, quienes se oponían – entre ellos el tornillo - alegaron que este hacia mucho ruido y golpeaba fuerte, por lo que le resultaba difícil lograr el consenso, el presidente martillo aceptó su retiro, pero antes de dejar su cargo sugirió que el tornillo no debería ser quien conduzca la reunión, porque le daba muchas vueltas a sus decisiones. En seguida alguien propuso a la lija como nuevo presidente, inmediatamente el tornillo manifestó su desacuerdo, aduciendo que esta era demasiado áspera y que lo que realmente necesitaban era a alguien que manejara las cosas con mucho tacto y midiera adecuadamente sus acciones, en eso salió a flote una nueva propuesta; el metro, quienes lo propusieron dijeron que era el más adecuado para esa función, sus detractores por el contrario dijeron que no, porque se la pasaría evaluando las medidas de los demás.  

En eso entró el carpintero y empezó a trabajar sobre un mueble de madera, utilizando el martillo, el tornillo, la lija y el metro, una vez concluida su tarea se retiró. Inmediatamente empezó de nuevo el debate entre las herramientas, pero esta vez el serrucho tomó la palabra, diciendo: “Señores ha quedado demostrado que todos somos necesarios para el carpintero, por lo que dejemos de ver nuestras diferencias”, seguidamente todos se dieron cuenta que lo mejor era trabajar juntos y en consecuencia dejaron de preocuparse en saber quién era el más importante.

Esta metáfora nos ilustra que un Banco Central, al igual que el carpintero, utiliza una variedad de herramientas o instrumentos cuando conduce la política monetaria de un país, entendida esta como la acción deliberada conducente a lograr sus objetivos en materia de inflación y producción. La tasa de interés es quizás la más usada de las herramientas por un Banco Central, su propósito es influir principalmente sobre la demanda de dinero de los consumidores e inversionistas, llamados agentes económicos.

La importancia de la tasa de interés obedece a que cuando uno desea aumentar su gasto en consumo e inversión, por una vía distinta al esfuerzo de su propio trabajo, lo hace solicitándolo en préstamo, y allí la conveniencia es que la tasa de interés sea baja, promoviendo un mayor endeudamiento, esta relación inversa entre el gasto y la tasa de interés es crucial para la economía, y tiene lugar en lo que los economistas hemos dado por llamar mercado de bienes. Ahora, cuando la economía se encuentra en su ciclo recesivo, es decir, cuando los niveles de producción están por debajo de la capacidad potencial del país, el Banco Central por mandato constitucional o por necesidad práctica suele abaratar el costo del dinero bajando la tasa de interés e induciendo a un mayor gasto privado de los agentes. El éxito de esta medida dependerá de la sensibilidad o reacción del gasto privado a la tasa de interés, mientras más baja sea esta sensibilidad menor será el aumento del gasto ante una reducción de la tasa de interés, y en consecuencia menor será el impacto del gasto en una mayor producción.

Para entender como se determina la tasa de interés en la doctrina neoclásica de la economía  – que después influirá en el gasto - pensemos en el dinero como efectivo o como un activo financiero que facilita realizar transacciones, pero que no rinde intereses por ser la expresión más pura de liquidez, es decir, ya no tiene necesidad de convertirse en dinero, porque ya lo es, y en consecuencia no tiene que ser compensado con ningún interés, como sí lo tendrían que ser otros activos como los bonos o depósitos bancarios, que aunque estén expresados en unidades monetarias no son “dinero” para nuestros propósitos, y que además no tienen la capacidad de realizar transacciones, usted por lo general no podría pagar sus compras, como un corte de cabello, con bonos o depósitos.


También es cierto que quienes tienen dinero o efectivo estarán dispuestos a desprenderse del mismo, depositándolo en algún banco o comprando bonos, cuando la tasa de interés sea alta, por un tema de costo de oportunidad, y retenerlo o demandarlo en sus bolsillos o bajo el colchón cuando la tasa de interés sea baja, por una cuestión de costo de suela de zapato, pues, no tendría mayor sentido tener un depósito bancario cuando su rendimiento o tasa de interés es baja. La intensidad de esta relación inversa dependerá de la sensibilidad de la demanda de dinero o efectivo con respecto a la tasa de interés, si esta es muy alta bastaría una pequeña reducción de la tasa de interés para aumentar fuertemente la demanda de dinero.

Asimismo, esta demanda de dinero por parte de los agentes debe corresponder con su oferta, la cual es suministrada por el Banco Central, en consecuencia es en el mercado de dinero donde se determina la tasa de interés por interacción entre su oferta y demanda, como el precio de cualquier otro bien, aún cuando lo narrado es relevante, no podemos dejar de mencionar que los partidarios de la escuela austriaca de economía sostienen que la tasa de interés no se establece en el mercado de dinero, que su determinación es producto de la relación intertemporal entre el ahorro, que es el no consumo, y la inversión, y lo que se determina realmente en el mercado de dinero es su poder de compra y no la tasa de interés.

Sigamos con el razonamiento inicial y veamos su importancia, cuando un Banco Central busca aumentar el gasto para así aumentar la producción, una de las cosas que suele hacer es aumentar su oferta de dinero, el efecto en el corto plazo es que la oferta superará a la demanda, activándose fuerzas que empujarán a las tasas de interés hacia abajo, pero si la sensibilidad de la demanda de dinero es muy alta, esta absorberá inmediatamente esta mayor oferta o emisión de dinero con un impacto menor en la tasa de interés, y en consecuencia el impacto sobre el gasto y la producción también será menor. Por el contrario si esta sensibilidad de la demanda de dinero fuera muy baja, se requerirá una mayor reducción de la tasa de interés para que esta absorba la mayor oferta, siendo su impacto mayor sobre el gasto y la producción.


En un caso extremo, si la sensibilidad de la demanda de dinero es infinitamente alta a la tasa de interés al grado que adsorba cualquier incremento de la oferta de dinero, no habrá ningún efecto sobre la tasa de interés y el impacto sobre el gasto y la producción será nulo. A este evento los economistas le llamamos Trampa de la Liquidez, para hacer saber que un Banco Central deja de hacer política monetaria en su forma tradicional, es decir, influenciar en el gasto y la producción a través de la tasa de interés.

Si bien es cierto que este evento fue ilustrado por el economista inglés John Maynard Keynes en su obra Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero de 1936, para algunos el más influyente del siglo XX, no pasó de ser un ejercicio teórico, hasta que algunos economistas como el también influyente Premio Nobel de Economía del 2008 Paul Krugman lo revitalizó en la década de los 90s al señalar que la economía de Japón había caído en una trampa de liquidez, de la que aún está tratando de salir.

En aquella época Japón, como hoy los Estados Unidos y Europa, se encontraba con tasas de interés de corto plazo cercanas a cero, por lo que no había espacio para reducirlas más, puesto que estas no podrían ser negativas, por lo menos no en teoría, usted no esperaría depositar US$1,000 dólares para retirar después US$.900, no sería racional que desee que su Banco le remunere -10% de lo que usted depositó, en consecuencia cuando las tasas de interés se encuentran cercanas a cero decimos que la política monetaria es inefectiva, que ha caído en una trampa de liquidez, pues no puede reducirlas más. Sin embargo, si bien los Bancos Centrales no pueden utilizar la tasa de interés como herramienta para expandir la demanda agregada, han diseñado un conjunto de otros instrumentos no convencionales, como la emisión masiva de dinero, llamada Quantitative Easing (QE) o flexibilización cuantitativa, que ha facilitado un financiamiento barato. La idea es que una mayor emisión impacte en la riqueza financiera de los agentes, fundamentalmente a través del mercado accionario, el supuesto descansa en asumir que el consumo no solo depende del ingreso disponible sino también de la riqueza financiera, y si esta aumenta también lo hará la demanda y en consecuencia la producción.


Por último, la trampa de la liquidez también ha empujado a algunos países a buscar niveles de inflación un tanto más elevadas para hacer de sus tasas de interés reales negativas y de este modo incentivar un mayor consumo e inversión y así evitar la deflación, por tanto, así como un carpintero dispone de muchas herramientas de trabajo, un banquero central también ha diseñado las suyas, lo que lo diferencia es que el carpintero sabe las consecuencias del uso de sus herramientas, mientras que el banquero solo puede estimar y desear que no sean perniciosas para la economía.


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