Leía
con estupor la noticia de un medio de comunicación en el que hacían conocer que
durante el 2012 en México, murieron al menos cinco mil menores por causas
relacionadas con el bullying, de los cuales corresponderían 4,201 a varones y
989 a mujeres. Más penoso aún sabiendo, como lo dijera el secretario de la
Comisión de Puntos Constitucionales del Senado José María Martínez, que esta
cifra podría ser mayor en vista que muchos padres niegan los casos.
La
explicación principal esgrimida por algunas autoridades mexicanas estaría
relacionada con la ciencia económica. Se argumenta que es la pobreza, medida
por los ingresos monetarios insuficientes de las familias, la que estaría
detrás de tal inefable cifra. El razonamiento no es del todo incoherente, pues,
una familia con ingresos reducidos se constituye en fuente de insatisfacciones
y de conflictos emocionales que fácilmente adsorbería a sus miembros, siendo
los más vulnerables los menores de edad, haciendo de ellos potenciales
bravucones escolares, todo dentro de un hogar disfuncional.
Tal
afirmación no es correcta por que el mundo de la economía es tan complejo que
no es posible mantener todo lo demás constante, lo que en lógica se llama la
falacia Post hoc, ergo propter hoc,
o lo que los economistas llamamos la falacia de la causalidad o simplemente la
falacia Post hoc. Esta se presenta cuando creemos que por el solo hecho de
observar un suceso como A antes que
otro suceso como el B, deducimos solo
por ese hecho - el observar primero A y
luego B - que el suceso A es la causa del suceso B, o que B es consecuencia de A.
En
el caso que nos ocupa no podríamos validar la direccionalidad de que la pobreza
(suceso A) es la causa del bullying
(suceso B), pues, bajo el
razonamiento del Premio Nobel de Economía de 1970, el estadounidense Paul
Samuelson, aunque tuviéramos 1,000 años de estadísticas no podríamos concluir que
la pobreza es la causante del acoso escolar. Para explicárnosla, deberíamos
mantener constante la condición del ingreso monetario y preguntarnos que otros
factores más podrían explicar la alta tasa de mortalidad a causa del
hostigamiento escolar, como por ejemplo, el uso de las redes sociales para denigrar
e insultar o el nivel educacional de los padres, o quizás alguna explicación
antropológica de las relaciones culturales.
Podría
ser también válida la causalidad inversa, es decir, que la violencia (una
expresión extendida del acoso o maltrato) es la causante de la pobreza,
familias inmersas en ambientes hostiles tienen poca probabilidad de salir de la
pobreza, pues se dificulta que sus miembros se eduquen, reduciendo de este modo
sus oportunidades de desarrollo. En consecuencia, no deberíamos explicar una
tragedia social de causalidad variada, prestándole atención mayoritariamente a
la economía salarial, o como lo dirían los estadísticos, no confundir correlación con causalidad.
Para
terminar de entender lo complejo del problema basta con conocer las razones del suicidio de Tim Ribberink, un joven
holandés de 20 años, rubio y de ojos azules, solía llevar un corte de cabello
moderno y siempre con una sonrisa en su rostro, como para ocultar el calvario
que vivía por dentro. Deseaba ser profesor de historia estudiando en una
escuela politécnica, se preparaba para hacer sus prácticas en el extranjero, y
se ayudaba económicamente trabajando en una heladería local, quien además
llevaba una vida aparentemente tranquila al lado de sus padres, en un ambiente
de total armonía familiar.
El 1 de
Noviembre del 2012 no pudo más y se quitó la vida, sus padres desconocían las
burlas y las vejaciones que tuvo que sufrir durante sus estudios de primaria y
secundaria. Superando su dolor, como si eso fuese posible, y con el deseo de
hacer saber al mundo el sufrimiento de su hijo, dieron a conocer su carta de
despedida, Tim les escribió: “Queridos Papá y Mamá, durante toda mi vida me han
acosado, se han burlado de mí y me han aislado. Ustedes son fantásticos. Espero
que no se enfaden. Adiós, Tim”.
Creer que
la fuente del acoso escolar o la humillación es principalmente económica es
aceptar que la economía está sujeta a experimentos controlados como la química
o la física, cosa por demás irracional, por lo que deberíamos conformarnos,
quienes nos ocupamos de hablar y escribir sobre economía - a solicitud de Samuelson
- de hacer lo mismo que hacen los astrónomos o meteorólogos en sus análisis,
aunque parezca duro: solo observar y medir.
Publicado en el Diario La Prensa de Moquegua el 30/03/2013
© Copyright, este artículo puede ser distribuido libremente, siempre y cuando, se cite al autor.
Publicado en el Diario La Prensa de Moquegua el 30/03/2013
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