En
una oportunidad uno de mis alumnos de nacionalidad argentina me preguntó del
porqué hablaba mucho en clases de su país, enseguida le di dos poderosas razones;
le dije, primeramente, que en su país tenía – y tengo – allegados familiares y
amigos de la infancia, por lo que me interesaba conocer su realidad, y en
segundo lugar le dije – y no por ello menos importante – que la Argentina, a
diferencia de otros países de la región había tenido una riquísima experiencia
de fracasos en estabilizar su economía, y que al parecer, a la luz de la forma
de cómo la estaban conduciendo, no terminaba por aprender sus propias lecciones
del pasado. Asombrado
me miró y me dijo: “Quizás tenga usted razón, pero no olvide que tanto
argentinos como peruanos, somos iguales de necios”, a lo que respondí: “Quizás
Si o Quizás No”.
Pareciera
que el “Quizás Si” esta prevaleciendo por la intención del estado peruano de
comprar, a través de Petroperú, a la empresa española Repsol su refinería de la
pampilla, su planta envasadora y 200 estaciones de combustible, pero que a
diferencia del trato que le deparó el gobierno argentino a los españoles, el
nuestro habría decidido pujar por su compra, en competencia con algunos
privados, para hacerse de sus activos.
No
habría ningún problema si no existieran privados nacionales o extranjeros
interesados en hacerse de la empresa española, y si aún así no los hubiera, habría
la necesidad de preguntarse si el estado peruano está en la capacidad de
distraer recursos que podrían destinarse a sectores como la educación y la
salud.
Para
entender a profundidad el tema debemos reconocer que es un bien público y que
es un bien privado, y quién y cómo los pueden hacer aparecer. Sabemos que la gran
mayoría de bienes, como el pan, son producto de la interacción de egoísmos o intereses personales de quienes
quieren ofertar y de quienes quieren comprar, si el pan francés prevalece sobre
otros en los mostradores, será porque tanto los consumidores como los
panificadores así lo decidieron, en consecuencia, un bien aparecerá siempre que
se satisfaga voluntariamente una necesidad de mercado.
A
este tipo de bienes, que son la gran mayoría, se les llama bienes privados, porque
tienen la característica de no poder satisfacer a dos o más personas
simultáneamente (se dice que es un bien rival) y que también son excluibles,
porque se puede evitar su consumo (se dice que es un bien excluible), por
ejemplo, un chocolate, es un bien rival y excluible, es rival, porque si una
persona lo consume las otras personas no lo podrán hacer y es excluible porque
solo podrán hacerse del chocolate quienes puedan pagar, es decir, excluye a
quienes no pueden pagar.
Un
bien público en cambio es aquel que puede satisfacer a dos o más personas
simultáneamente (se dice que es bien no rival) y que no puede evitarse que se
consuma (se dice que es un bien no excluible), por ejemplo, la construcción de
un puente, es un bien no rival y no excluible, es no rival porque todos podemos
hacer uso de el al mismo tiempo y es no excluible porque no podemos evitar su
consumo, está allí y cualquiera puede usarlo.
Ahora
bien, un bien público por sus características de no rival y no excluible, no
puede ser proporcionado por la empresa privada porque sus beneficios son
indivisibles entre la población, y porque no se puede excluir a nadie, en
consecuencia, no generan los incentivos para producirlos. En cambio un bien
privado, que es rival y excluible, si puede ser proporcionado por la empresa
pública.
El
problema es que cuando una empresa pública proporciona un bien privado, no
tiene los incentivos para maximizar su rentabilidad, como si lo tiene la
empresa privada. Cuando una empresa privada busca maximizar su rentabilidad lo
puede hacer o reduciendo sus costos o incrementado sus ventas, y para conseguirlo
por lo general incorpora nueva tecnología, es decir, innova. Pero además, los
mandos o ejecutivos de la empresa privada también tienen incentivos para
rentabilizar sus negocios, porque saben que si generan utilidades suficientes
una parte les corresponderá a ellos, en suma, tanto a los accionistas o dueños
como a los ejecutivos les interesa rentabilizar la empresa. Sin embargo, debemos reconocer que existen incentivos perversos que hacen que la toma de riesgos entre los privados sea excesiva, tal como quedó demostrado en la crisis financiera del 2008.
En
la empresa pública no existe tal incentivo, pues, los beneficios que puedan
lograrse no van a un propietario en particular, sino a todos los contribuyentes,
quienes a demás no son los que toman las decisiones, sino los políticos de
turno, con las consecuencias del partidismo que ya conocemos. Además, los mandos
o funcionarios públicos no tienen incentivos, sea porque sus remuneraciones no
están amarradas con el éxito o el fracaso de sus resultados, como a la
consideración de un presupuesto aprobado con mucha antelación y que
difícilmente pueden ignorar. Una característica más de los funcionarios públicos
es que no están mayormente dispuestos al cambio, pues, requerirían nuevos
conocimientos y destrezas que no han ganado, que saben que les costaría, y que
si lo hacen tienen como objetivo fortalecer su escalafón más que el aprendizaje
de algo innovador.
En
consecuencia, por qué debería permitir la sociedad que una empresa como
Petroperú se haga de nuevos activos que no será capaz de administrar
eficientemente, cuyos bienes privados a producir como los combustibles podrían
ser mejor gestionados por la empresa privada. ¿No sería sensato que el estado y
las empresas públicas se dediquen a actividades en las que la empresa privada
no tiene incentivos para hacerlo?, después de todo, no es ese el mandato de
nuestra constitución cuando habla del rol subsidiario del Estado.
¿Por qué deberíamos crear más empleo con empresas públicas?, quizás sea una exageración, pero deberíamos reflexionar sobre lo que viene sucediendo en la Argentina, en la que entre 1997 y el 2011 se pasó de 720 Mil a 1.5 Millones de empleos públicos, es decir, una tasa promedio de crecimiento de un poco más del 5% anual, cuando la población creció anualmente a una tasa del 1%. A esa tendencia el empleo público crecerá a un ritmo de 5 veces el crecimiento de la población. No vernos en el espejo sería un grave error, Quizás Si o Quizás No.
Publicado en el Diario La Prensa de Moquegua el 16/04/2013
© Copyright, este artículo puede ser distribuido libremente, siempre y cuando, se cite al autor.
Publicado en el Diario La Prensa de Moquegua el 16/04/2013
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