viernes, 22 de febrero de 2013

LA MALDICIÓN DE LA ABUNDANCIA

“La economía venezolana es altamente dependiente del petróleo....debía haberse diversificado desde hace muchos años....pero lo que ha hecho el gobierno actual es depender del petróleo mucho más que antes”, afirmó Francisco Rojas, profesor de desarrollo económico de la Universidad Rafael Belloso Chacín de Venezuela. Uno puede extender la apreciación de Rojas verificando que el 80% de los ingresos del presupuesto de Venezuela derivan del petróleo y que este representa el 75% del total de sus exportaciones.

Las economías como Venezuela que tienen grandes dotaciones de recursos naturales – fundamentalmente minerales, gas natural y petróleo -, suelen registrar bajas tasas de crecimiento económico y niveles de ingreso muy por debajo de aquellos países que no los tienen, desde unos US$100 de ingreso per cápita en algunos países de África subsahariana con muchos recursos naturales hasta más de US$40,000 en economías avanzadas pero con escasez de recursos.

Es la “maldición de la Abundancia” que algunos economistas identifican como explicación geográfica del desarrollo de las naciones. El argumento del enfoque geográfico descansa en que la abundancia entorpece a los agentes económicos y a los gestores de política, empujándolos al facilismo del menor esfuerzo. Sostienen sus partidarios que el mecanismo de transmisión se da a través del escaso eslabonamiento de las actividades extractivas o bajo valor agregado y a prácticas rentistas, que hacen menos urgente la necesidad de agenciarse de otras fuentes de ingresos, como el financiamiento del presupuesto de Venezuela.

La existencia de esta relación causal, más recursos naturales más pobreza, o por el contrario menos recursos más desarrollo, puede no ser del todo válida, por que algunos, como los partidarios del enfoque institucional, pueden sostener – con mucha razón- que el éxito de las economías no depende de la bendición de la naturaleza, si no del esfuerzo y el trabajo de sus nacionales en construir instituciones que sostengan la infinidad de interacciones de sus miembros. La evidencia empírica ha demostrado la fortaleza de este postulado y también el escaso efecto de la naturaleza en el desarrollo de las naciones, no anulando por completo su participación. Esto significa que las economías pueden mejorar su desempeño económico reforzando su institucionalidad, aquel conjunto de normas explícitas que facilitan la tolerancia y la convivencia, en forma equitativa e imparcial.

¿Algún país habrá escapado a la maldición de los recursos?, podría enumerar algunos pero que creo que bastará con mencionar a nuestro vecino, Chile, país que ha sabido administrar la dotación que le ha brindado la naturaleza, además de haber diversificado su economía y hacerse cada vez menos vulnerable a la volatilidad del precio del cobre. Por muy simple que pueda parecer, la idea detrás de esto es muy antigua; no poner jamás los huevos en una misma canasta. La diversificación es sinónimo de reducción del riesgo y de menos vulnerabilidad. Esta es una razón más que suficiente para firmar tratados de libre comercio o TLCs con otras naciones, debemos aprender que parte del éxito no sólo se debe a la naturaleza, o al fortalecimiento de instituciones, si no también a la integración en general, por que nos permite involucrarnos en la economía mundial.

No es necesario referirse al entorno macro y conceptual para entender lo pernicioso que puede ser la abundancia de recursos, basta con observar las implicaciones del “boom” de ingresos del tesoro nacional debido al crecimiento económico de nuestro país. Un Estado esta condenado por la maldición de la abundancia cuando no tiene capacidad de ejecución, cuando busca saltar instrumentos de eficiencia y control como el sistema nacional de inversión pública (SNIP) para facilitarse el gasto, y que cuando lo ejecuta se hace evidente la corrupción o la negligencia.

En consecuencia, los efectos microeconómicos de la maldición de la abundancia de recursos son la ineficiencia del gasto, la resistencia a las ideas, las gerencias ineficaces, la poca necesidad de recaudar impuestos de fuentes permanentes y el desplazamiento de actividades que pueden ser desarrolladas por el sector privado y que elevan el costo de su uso alternativo o de oportunidad para la sociedad. Después de todo, si hay algo incuestionable es que no hay mayor maldición que la intolerancia al cambio.

Publicado en el Diario La Región el 08/03/2007
© Copyright, este artículo puede ser distribuido libremente, siempre y cuando, se cite al autor.