Peter
F. Drucker – uno de los grandes gurús de la gerencia moderna - narra que cuando
los Estados Unidos participaba en 1943 en la segunda guerra mundial, el más
conspicuo de sus lideres sindicales de la actividad del Carbón, Jhon L. Lewis,
decretó una huelga nacional por mejoras remunerativas, era poco creíble que un
ciudadano norteamericano bloqueará el suministro del carbón - combustible que
se utilizaba como insumo para la elaboración de material de guerra -, cuando
soldados estadounidenses caían en el campo de batalla.
Hasta el día de su muerte, Jhon L. Lewis justificó su actitud con la misma razón que adujo cuando se negó a la solicitud del Presidente Franklin D. Roosevelt de levantar la huelga, él dijo: “Al presidente Roosevelt le pagan para que vele por el interés nacional, a mí me pagan para que vele por los intereses de los mineros”, a pesar del triunfo de Lewis, el pueblo estadounidense nunca terminó por entender sus razones.
Hasta el día de su muerte, Jhon L. Lewis justificó su actitud con la misma razón que adujo cuando se negó a la solicitud del Presidente Franklin D. Roosevelt de levantar la huelga, él dijo: “Al presidente Roosevelt le pagan para que vele por el interés nacional, a mí me pagan para que vele por los intereses de los mineros”, a pesar del triunfo de Lewis, el pueblo estadounidense nunca terminó por entender sus razones.
En
nuestra sociedad, algunos políticos y hombres de negocios al igual que Jhon L.
Lewis anteponen el interés individual o sectorial al de la nación, cruzan la
delgada línea roja de la ética del derecho de otras personas cuando termina el
suyo. Desafortunadamente, en las escuelas y en las universidades sólo se nos
enseña a identificar – en una relación abuso contra derecho - si es ético o no
participar en un fraude o en un robo. No se nos enseña, por el contrario, a
evaluar si es ético – en una relación derecho contra derecho - anteponer el
egoísmo individual al de los demás. ¿Será superior el derecho de las
organizaciones sindicales o grupos de poder al derecho de la nación a la
estabilidad política?.
Queda
claro que en épocas de guerra y de grave crisis la respuesta al orden de
prelación es la nación sobre cualquier otra organización particular. Sin
embargo, la actitud es algo difusa en tiempos menos turbulentos o de paz. ¿Cómo
debemos afrontar este dilema?, haciendo que nuestras organizaciones
sean socialmente responsables. Todas las organizaciones deben tener como
primera responsabilidad el rendimiento – hipótesis magníficamente desarrollada
por Drucker -, una empresa es responsable si maximiza sus utilidades, una
escuela lo es si maximiza el rendimiento escolar, y la propia iglesia deberá
maximizar el rendimiento de lograr la paz espiritual de sus feligreses, no
hacerlo así, es una irresponsabilidad al desperdiciar los recursos de la
sociedad.
La maximización de la responsabilidad del rendimiento conduce a las organizaciones a la división del trabajo, a la especialización y a la productividad, pero no es la única responsabilidad, aunque sí la más importante. Las organizaciones empresariales deberán de ser responsables - además de crear valor económico - de no ocasionar o minimizar el perjuicio ambiental o marginal, y la escuela deberá velar por la integración del educando en su seno familiar y en la sociedad, y no sólo por su rendimiento escolar. Es decir, no se puede maximizar el rendimiento sin valorar los costos marginales de la convivencia.
La maximización de la responsabilidad del rendimiento conduce a las organizaciones a la división del trabajo, a la especialización y a la productividad, pero no es la única responsabilidad, aunque sí la más importante. Las organizaciones empresariales deberán de ser responsables - además de crear valor económico - de no ocasionar o minimizar el perjuicio ambiental o marginal, y la escuela deberá velar por la integración del educando en su seno familiar y en la sociedad, y no sólo por su rendimiento escolar. Es decir, no se puede maximizar el rendimiento sin valorar los costos marginales de la convivencia.
Pero,
¿Por qué es tan difícil ser socialmente responsable?, una de las
razones se debe al mito de que todo debe ser medido racionalmente por la
relación beneficio / costo (B/C). Cuando usted tira una cáscara de plátano en
la vía pública, probablemente su relación B/C le favorezca, no tendrá que
caminar con ella hasta encontrar un tacho de basura, podrá evitarse no sólo la
búsqueda, el traslado, el mal olor y hasta la vergüenza de llevar un desecho,
es muy simple, sabiendo lo que se puede ahorrar. Si usted hace eso, está siendo
muy racional, es decir, no es lo suficientemente estúpido como para atentar
contra su propio Interés.
Este comportamiento que a todas luces no es socialmente responsable, es alimentado por una elite profesional – en su mayoría economistas - que no han sabido comprender que la relación B/C es un instrumento de eficacia económica, y solo eso, no es, y nunca será el único criterio de decisión. Sin embargo, hasta que no adoptemos el enfoque de criterios múltiples de acompañar a la eficiencia y eficacia económica con equidad social, tendremos no solo a uno que arroje una cáscara de plátano, sino a muchos que sientan que sus derechos valen más que los de la sociedad donde viven.
Este comportamiento que a todas luces no es socialmente responsable, es alimentado por una elite profesional – en su mayoría economistas - que no han sabido comprender que la relación B/C es un instrumento de eficacia económica, y solo eso, no es, y nunca será el único criterio de decisión. Sin embargo, hasta que no adoptemos el enfoque de criterios múltiples de acompañar a la eficiencia y eficacia económica con equidad social, tendremos no solo a uno que arroje una cáscara de plátano, sino a muchos que sientan que sus derechos valen más que los de la sociedad donde viven.
Por
último, la razón más importante para explicar la irresponsabilidad social de
algunos lideres de organizaciones – argumento de Francis Fukuyama para explicar
la insuficiencia de capital social - tiene que ver con la virtud de la lealtad
y del amor filial del confucianismo ortodoxo chino, que suele priorizar dentro
de otras relaciones, la de padre e hijo. Relación que también se observa en
nuestras sociedades latinas, sociedades con alta dosis de familismo, en el que
principios éticos como la lealtad, la benevolencia y la caridad, sólo es profesada
en el interior del seno familiar, y muy difícilmente fuera de ésta. Cuentan que
en una oportunidad el rey de un estado vecino le hace ver a confucio la lealtad
de sus súbditos, diciéndole: “En mi país, cuando un hijo observa que su padre
esta robando, inmediatamente acude a las autoridades a denunciarlo”, a lo que
confucio respondió, “En mi país, la lealtad de un hijo hacia su padre hace
difícil que lo denuncie”.
Esta
virtud fue trastocada cuando el confucianismo fue exportado a Japón. Allí, el
concepto de lealtad cambió, de ser una virtud que involucraba solo al individuo
paso a hacer una virtud social, en la que la persona veía la lealtad no hacía
él o a los suyos, sino hacía su señor o jefe - como lo haría un samurai -, y
por extensión hacia el Estado.
En la actualidad, el concepto contemporáneo de lealtad en Japón puede verse en la relación de un trabajador con su empleador, con el que estaría dispuesto a pasar libremente muchas horas de trabajo, a costa de menos horas de disfrute de su hogar, no por que se lo exija su contrato, sino por que a interiorizado esa virtud en su bagaje cultural, como lo haría aquel que tiene por costumbre tirar la cáscara de plátano. Es absurdo dentro de esta filosofía de vida, solicitarle a los lideres de las organizaciones políticas de nuestro país a inmolarse – como lo hicieron los KamiKases en la segunda guerra mundial – en beneficio del interés nacional, cuando no son capaces ni siquiera de construir y respetar la agenda de un acuerdo nacional.
Publicado en el Diario La Región el 14/03/2007
© Copyright, este artículo puede ser distribuido libremente, siempre y cuando, se cite al autor.
En la actualidad, el concepto contemporáneo de lealtad en Japón puede verse en la relación de un trabajador con su empleador, con el que estaría dispuesto a pasar libremente muchas horas de trabajo, a costa de menos horas de disfrute de su hogar, no por que se lo exija su contrato, sino por que a interiorizado esa virtud en su bagaje cultural, como lo haría aquel que tiene por costumbre tirar la cáscara de plátano. Es absurdo dentro de esta filosofía de vida, solicitarle a los lideres de las organizaciones políticas de nuestro país a inmolarse – como lo hicieron los KamiKases en la segunda guerra mundial – en beneficio del interés nacional, cuando no son capaces ni siquiera de construir y respetar la agenda de un acuerdo nacional.
Publicado en el Diario La Región el 14/03/2007
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