viernes, 22 de febrero de 2013

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL

Peter F. Drucker – uno de los grandes gurús de la gerencia moderna - narra que cuando los Estados Unidos participaba en 1943 en la segunda guerra mundial, el más conspicuo de sus lideres sindicales de la actividad del Carbón, Jhon L. Lewis, decretó una huelga nacional por mejoras remunerativas, era poco creíble que un ciudadano norteamericano bloqueará el suministro del carbón - combustible que se utilizaba como insumo para la elaboración de material de guerra -, cuando soldados estadounidenses caían en el campo de batalla.

Hasta el día de su muerte, Jhon L. Lewis justificó su actitud con la misma razón que adujo cuando se negó a la solicitud del Presidente Franklin D. Roosevelt de levantar la huelga, él dijo: “Al presidente Roosevelt le pagan para que vele por el interés nacional, a mí me pagan para que vele por los intereses de los mineros”, a pesar del triunfo de Lewis, el pueblo estadounidense nunca terminó por entender sus razones.

En nuestra sociedad, algunos políticos y hombres de negocios al igual que Jhon L. Lewis anteponen el interés individual o sectorial al de la nación, cruzan la delgada línea roja de la ética del derecho de otras personas cuando termina el suyo. Desafortunadamente, en las escuelas y en las universidades sólo se nos enseña a identificar – en una relación abuso contra derecho - si es ético o no participar en un fraude o en un robo. No se nos enseña, por el contrario, a evaluar si es ético – en una relación derecho contra derecho - anteponer el egoísmo individual al de los demás. ¿Será superior el derecho de las organizaciones sindicales o grupos de poder al derecho de la nación a la estabilidad política?.

Queda claro que en épocas de guerra y de grave crisis la respuesta al orden de prelación es la nación sobre cualquier otra organización particular. Sin embargo, la actitud es algo difusa en tiempos menos turbulentos o de paz. ¿Cómo debemos afrontar este dilema?, haciendo que nuestras organizaciones sean socialmente responsables. Todas las organizaciones deben tener como primera responsabilidad el rendimiento – hipótesis magníficamente desarrollada por Drucker -, una empresa es responsable si maximiza sus utilidades, una escuela lo es si maximiza el rendimiento escolar, y la propia iglesia deberá maximizar el rendimiento de lograr la paz espiritual de sus feligreses, no hacerlo así, es una irresponsabilidad al desperdiciar los recursos de la sociedad.

La maximización de la responsabilidad del rendimiento conduce a las organizaciones a la división del trabajo, a la especialización y a la productividad, pero no es la única responsabilidad, aunque sí la más importante. Las organizaciones empresariales deberán de ser responsables - además de crear valor económico - de no ocasionar o minimizar el perjuicio ambiental o marginal, y la escuela deberá velar por la integración del educando en su seno familiar y en la sociedad, y no sólo por su rendimiento escolar. Es decir, no se puede maximizar el rendimiento sin valorar los costos marginales de la convivencia.

Pero, ¿Por qué es tan difícil ser socialmente responsable?, una de las razones se debe al mito de que todo debe ser medido racionalmente por la relación beneficio / costo (B/C). Cuando usted tira una cáscara de plátano en la vía pública, probablemente su relación B/C le favorezca, no tendrá que caminar con ella hasta encontrar un tacho de basura, podrá evitarse no sólo la búsqueda, el traslado, el mal olor y hasta la vergüenza de llevar un desecho, es muy simple, sabiendo lo que se puede ahorrar. Si usted hace eso, está siendo muy racional, es decir, no es lo suficientemente estúpido como para atentar contra su propio Interés.

Este comportamiento que a todas luces no es socialmente responsable, es alimentado por una elite profesional – en su mayoría economistas - que no han sabido comprender que la relación B/C es un instrumento de eficacia económica, y solo eso, no es, y nunca será el único criterio de decisión. Sin embargo, hasta que no adoptemos el enfoque de criterios múltiples de acompañar a la eficiencia y eficacia económica con equidad social, tendremos no solo a uno que arroje una cáscara de plátano, sino a muchos que sientan que sus derechos valen más que los de la sociedad donde viven.

Por último, la razón más importante para explicar la irresponsabilidad social de algunos lideres de organizaciones – argumento de Francis Fukuyama para explicar la insuficiencia de capital social - tiene que ver con la virtud de la lealtad y del amor filial del confucianismo ortodoxo chino, que suele priorizar dentro de otras relaciones, la de padre e hijo. Relación que también se observa en nuestras sociedades latinas, sociedades con alta dosis de familismo, en el que principios éticos como la lealtad, la benevolencia y la caridad, sólo es profesada en el interior del seno familiar, y muy difícilmente fuera de ésta. Cuentan que en una oportunidad el rey de un estado vecino le hace ver a confucio la lealtad de sus súbditos, diciéndole: “En mi país, cuando un hijo observa que su padre esta robando, inmediatamente acude a las autoridades a denunciarlo”, a lo que confucio respondió, “En mi país, la lealtad de un hijo hacia su padre hace difícil que lo denuncie”.

Esta virtud fue trastocada cuando el confucianismo fue exportado a Japón. Allí, el concepto de lealtad cambió, de ser una virtud que involucraba solo al individuo paso a hacer una virtud social, en la que la persona veía la lealtad no hacía él o a los suyos, sino hacía su señor o jefe - como lo haría un samurai -, y por extensión hacia el Estado.

En la actualidad, el concepto contemporáneo de lealtad en Japón puede verse en la relación de un trabajador con su empleador, con el que estaría dispuesto a pasar libremente muchas horas de trabajo, a costa de menos horas de disfrute de su hogar, no por que se lo exija su contrato, sino por que a interiorizado esa virtud en su bagaje cultural, como lo haría aquel que tiene por costumbre tirar la cáscara de plátano. Es absurdo dentro de esta filosofía de vida, solicitarle a los lideres de las organizaciones políticas de nuestro país a inmolarse – como lo hicieron los KamiKases en la segunda guerra mundial – en beneficio del interés nacional, cuando no son capaces ni siquiera de construir y respetar la agenda de un acuerdo nacional.

Publicado en el Diario La Región el 14/03/2007
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