viernes, 22 de febrero de 2013

MILAGROS INESPERADOS

Jagdish Bhagwati, prominente economista de la economía del desarrollo narra la conversación de dos economistas en relación al crecimiento económico; - en economía no existen los milagros-, ¿y qué me dices del milagro alemán?, - eso no fue un milagro, se debió al esfuerzo de los propios alemanes-, ¿Y qué del milagro japonés?, - eso tampoco fue un milagro, por que se debió a la creatividad de los japoneses-, ¿Y qué de los milagros de México y Brasil?, - bueno, esos si fueron verdaderos milagros.

¿Y el milagro de Perú?, desearíamos decir que tampoco se trata de un milagro, que las causas de su continuo crecimiento económico no se deben a algo ajeno y transitorio que no sea el esfuerzo y sacrificio permanente de los peruanos. Por lo que deberíamos de preguntarnos, ¿Cuánto del crecimiento económico actual se debe a factores estructurales o permanentes como las reformas; laboral, pensionario, educativo, judicial y administrativa del Estado?, y ¿Cuánto a factores externos y transitorios como el crecimiento de los Estados Unidos, la demanda China, los precios favorables de los commodities o la excesiva liquidez mundial?, desafortunadamente no lo podríamos saber sin un estudio econométrico serio y con mucha data.

Sin embargo, podríamos tener alguna orientación del grado de influencia de las reformas estructurales y de sus efectos en el crecimiento a través del estudio de Lora, E. y Barrera, F. (1997), elaborado para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en el que se efectuó un análisis sistemático de los efectos de las reformas estructurales en el crecimiento económico permanente y transitorio para 19 países de la región entre 1985 y 1995, - después de todo, muchas de las reformas de Perú se diseñaron y ejecutaron en la década anterior, por lo que sus efectos en el crecimiento actual no deberían ser desdeñables - en el se estableció un impacto favorable sobre el crecimiento de las reformas estructurales, siendo una de sus principales conclusiones que las tasas de crecimiento fueron superiores al 2,3% en promedio en 1995 a consecuencia de las reformas.

Una de las razones por las que deberíamos preocuparnos de lograr un crecimiento económico sostenible basado en reformas de largo plazo es por la importancia de reducir la volatilidad de los mercados. Hace sólo unas horas – el martes 27/02/2007- el nerviosismo de los inversionistas de la bolsa de Shangai en China hizo saber al mundo que la economía es “casi” una sola, y que países con estructuras sólidas y flexibles pudieron registrar en sus mercados de valores una menor volatilidad.

El índice Dow Jones de New York cayó un 3% y el Ipsa de Santiago en un 4,97% frente al 9,3% de la bolsa de Shangai, el 6,63% del Bovespa de Sao Paulo y el 7,49% del Merval de Buenos Aires, denotando en estas últimas una mayor incertidumbre. Las explicaciones fueron diversas, desde una mayor supervisión bursátil de la bolsa de Shangai hasta las declaraciones del ex-presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan pronosticando una recesión en los Estados Unidos para fines del 2007, pasando desde luego por el atentado contra el vicepresidente estadounidense Dick Cheney. Lo cierto es que los mercados de valores más profundos, líquidos e innovadores de las economías más sólidas fueron menos vulnerables.

Pero un crecimiento económico basado en cambios estructurales no garantiza una adecuada distribución del ingreso, más aún cuando muchos sienten que su pobreza se ha agudizado. En el estudio de Skekely, M. y Hilgert, M., (1999) en el que se evalúa el impacto de las reformas de los 90s en América Latina, - medido a través del coeficiente Gini- Perú registró un incremento en el índice de desigualdad del ingreso. Por lo que toda reforma estructural también debería implicar la construcción de una red de protección social y una de redistribución de incentivos para hacer más equitativo el crecimiento.

Sin embargo, no cabe duda que las reformas estructurales de la década de los 90s son hoy el soporte de una economía más vigorosa. Si bien esas reformas que suelen denominarse de segunda generación fueron necesarias, estas no fueron suficientes. Hoy requerimos reformas de tercera generación como el fortalecimiento del poder de mercado que garantice una mayor competencia en la asignación eficiente de los recursos, una mejora en la calidad de la educación,  una mayor autonomía de los reguladores de mercado, una mayor flexibilidad del mercado laboral con un piso de derechos fundamentales y una reestructuración macroeconómica, sobretodo en materia fiscal, que haga más eficiente el gasto público y en la que se pueda medir sus resultados.

Por último, nada de esto garantiza un crecimiento perpetuo, sino preguntémonos por las crisis de 1997 del “milagro” asiático y de la continua deflación de la que viene saliendo el “milagro” Japonés. La verdad es – para desgracia de muchos- que en economía no hay milagros, y que nunca dejará de ser la ciencia lúgubre, por la sencilla razón de que en economía, como todo en la vida, no hay almuerzo gratis.

Publicado en el Diario la Región el 03/03/2007
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